Reseña: Gato jabonado, J. Ignacio Rodriguez

Reseña: Gato jabonado, J. Ignacio Rodriguez

Reseña: Gato jabonado, J. Ignacio Rodriguez

“Firme junto al pueblo”, rezaba el refrán que identificaba al extinto Clarín. El periódico que en su etapa más combativa, de trinchera, durante los tres años de la Unidad Popular, era dirigido por Alberto “el Gato” Gamboa. Sobre su paso por dicho medio -y su vida anterior y posterior- habla el periodista en Las siete vidas del Gato Gamboa, de Francisco Mouat.

“Debo tener, a ver… ochenta y cuatro, ochenta y cinco, por ahí”, dice Gamboa. / “No, Gato. Tú naciste en 1921”, retruca Mouat. / Sí, nací el 21. En febrero de 1921. / Y como estamos en abril de 2009, tienes ochenta y ocho años recién cumplidos. / ¡Chucha! Ochenta y ocho”. Así son las conversaciones. Simples, entretenidas, fluidas. Sin gravedades ni pesadeces. Mouat deja hablar a Gamboa y Gamboa habla. Sobre sus padres, sus hijos y sus mujeres. De su paso por el Liceo Lastarria y la Universidad de Chile. Del periodismo bohemio. Sobre Volpone, dueño de Clarín, y Allende. Hasta del ficticio profesor Jean de Fremisse, el consultor sentimental de Clarín. También de Fidel Castro: “Acarrearon gente de todos lados para que no se viera vacío. Y este jetón se mandó, como era su costumbre, un discurso de tres horas”, recuerda respecto al discurso que dio el ex dictador cubano en el estadio Nacional, en 1971.

Gamboa llegó a Clarín en 1958 y en 1961 ya era su director; responsable de titulares como: “La chabelita es liviana de sangre: tiene buenos choclos”, a propósito de la visita a Chile de Isabel II, en 1968. Antes pasó por la revista Estadio y los diarios Última Hora y La Gaceta. Y después, por la revista Hoy, los periódicos La Época, La Cuarta, Fortín Mapocho y La Nación. Entre medio, tras el golpe de Estado, vendió libros y fue obrero en la construcción de la Línea 1 del Metro. También fue prisionero político: “Me salvé jabonado, tuve cueva. Yo era una de las caras visibles de Clarín, junto a Volpone, y me podrían haber hecho zumbar sin asco. Me dieron duro, me torturaron, estuve preso en el estadio Nacional y en Chacabuco, pero estoy vivo”.

J. Ignacio Rodríguez
29 de julio de 2012
El Mercurio

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