Máximo Gorki comenzó de niño a trabajar como descargador, Jack London fue cazador de focas en el Ártico,
Kafka se atiborraba de remordimientos por su labor como agente de seguros y Charles Bukowski se pasó casi
quince años como cartero antes de sobrevivir de la escritura. Otros se sometieron voluntariamente a
funciones más precarias: Orwell dejó su trabajo en la policía para conocer in situ la vida de los marginados.
Por su parte, Antoine de Saint-Exupéry pilotaba aviones y esperando ser rescatado de un accidente en el
desierto fue como creó al «Principito». Ya en el siglo XVIII, el filósofo francés Voltaire planteaba que era
imposible ocuparse de la cultura sin una buena base económica, «es una cuestión de libertad intelectual»
—aducía. Dos siglos más tarde, la vida laboral de los más grandes escritores daría cuenta de las
consecuencias de aquel aserto para alcanzar el ansiado leitmotiv. Entre la subsistencia y la creación, entre el
oficio y la inspiración, la investigadora italiana Daria Galateria —premio Grinzane Cavour (1996)— reúne en
este sorprendente volumen a una veintena de escritores, capitales de la literatura del siglo XX, para
escudriñar en los insólitos y extremos trabajos que eligieron o se vieron obligados a desempeñar en paralelo
o a contrapelo al desarrollo de sus obras.
