Soy De Everton Y De Viña Del Mar

Los hinchas recortan, conservan y atesoran lo que solo les importa a ellos, porque es su vida y nadie se las puede arrebatar. Para el resto del mundo es incomprensible, pero el que anotó en miles de papelitos esa ficha del partido, también el público y los goles, siente algo epifánico y ritual, siente que comprendió el mundo a partir de su equipo.Es la entradita de Numerada Laguna, otra de Galería Cerro y la ficha de un partido. O una boleta del Nogaró, distinguido drive inn en avenida San Martín y con servicio al automóvil, donde se recomienda el churrasco palta, y había un garzón, la verdad, igual a Paul McCartney que, entre paréntesis, es del Everton. O un boleto de la micro 1, vehículo blanco y naranja, rumbo a Las Salinas y Reñaca con toda la lentitud del mundo, excepto en las curvas. O un pedazo de cielo del 2008, ya plastificado, que es una entrada de cuando Everton fue campeón en Sausalito. Y un carnet raído de azul y son los zancudos inmortales del Marga-Marga o el sueño de un tren fabuloso y rápido hacia la capital.Entonces las partículas de Everton son las de Viña del Mar.